La ciudad de Cáceres, declarada Patrimonio de la Humanidad, se encuentra en la comunidad de Extremadura, cerca de la frontera con Portugal. La estación de la localidad, situada al este de centro, ofrece servicios de mercancías y media distancia, aunque en un futuro próximo ampliará su oferta con trenes de alta velocidad y el AVE de Cáceres a Madrid. En la actualidad se puede llegar desde la capital española en unas 4 horas y desde localidades cercanas, como Mérida, en apenas 30 minutos. Su ciudad vieja, con un impresionante conjunto monumental de la Edad Media y el Renacimiento, convierte a Cáceres en un destino imprescindible de la región extremeña.
Cuando viajes en tren o en AVE a Cáceres, puedes decidirte por dar un paseo de unos 30 minutos hasta la zona turística del casco antiguo y, durante el trayecto, conocer algunas de los parques y calles más nuevos de la localidad, como el paseo de Cánovas, en plena área comercial. Pero en el momento en el que cruces al recinto amurallado de la ciudad, darás un salto en el tiempo hasta la Edad Media. La ciudad monumental ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, debido al impresionante conjunto de edificios medievales en perfecto estado de conservación que alberga.
Empieza tu recorrido histórico visitando la iglesia concatedral de Santa María, de estilo románico. En sus alrededores se sitúan otros importantes edificios, como el palacio de Carvajal, que data del siglo XV, el palacio episcopal, erigido en el siglo XIII, o el palacio de Mayoralgo. Desde ahí, puedes dirigirte a la parte alta de la ciudad vieja pasando por la plaza de San Jorge, a 2 minutos de distancia, y llegar a la plaza de las Veletas. En esta se sitúa el palacio homónimo, sede de la sección de arqueología y etnografía del Museo de Cáceres.
Durante tu viaje a la ciudad cacereña, no puedes dejar de probar su deliciosa gastronomía en los restaurantes que rodean la plaza Mayor. Entre los platos más populares se encuentran la chanfaina, el gazpacho cacereño y el frite de cordero. De postre, saborea algunos de los dulces de convento artesanales, como las floretas o las perrunillas.
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